lunes, 10 de febrero de 2014

La sonrisa etrusca



En este libro, José Luis Sampedro nos relata los últimos días de la vida del anciano Bruno, que, enfermo,  se muda a Milán con su hijo, su nuera y su nieto. El niño, aún bebé, despertará en él nuevos sentimientos hasta  ahora nunca sentidos.
Durante este tiempo, el protagonista critica la ciudad, sus gentes y su maldad, rememorando continuamente su tierra del sur de Italia y sus vivencias. La obra es un espejismo de la sociedad a través de los cristalinos ojos de un hombre que ya ha recorrido un largo camino. Las pasiones y amores de su vida, por ejemplo, que evolucionaron desde la rudeza (su primer amor, Dunka, era una mujer dura, valiente y fuerte, como él)  hasta la ternura, con la sencilla y dulce anciana que conoce en Milán y con quien emprende una relación distinta a todas las anteriores, llena de silencios, miradas y sobre todo ternura. Ternura es también el sentimiento que empezó a burbujear en él cuando vio por vez primera a su nieto, también llamado Bruno. Por él es capaz de dormir en el suelo todas las noches, junto a su cuna, protegiéndolo; y por él anidaron en el anciano  pensamientos como que envidiaba las delicadas manos de las mujeres, capaces de abrochar los botoncitos de la chaqueta de su adorado Brunetito, frente a sus rudas manos. E incluso por él-por conservar a su alrededor la paz y la tranquilidad- obedece y acata las decisiones de su nuera.  Esta es la base de la novela, recuerdos que se entremezclan en el tiempo de la narración, sentimientos enfrentados y cambio, un grandísimo cambio…
Nuestro querido abuelete conoce y experimenta en una nueva tierra junto a un…mejor dicho, junto a dos nuevos amores y emprende nuevas ilusiones y sueños, como que su nieto lo llame nono, o llevarlos a él y a su “novia” al sur, a su pueblo, aunque por desgracia solo se cumple lo primero y en su lecho de muerte.
En definitiva, las ideas que florecen en esta bellísima historia son la evolución de las personas como tales, sus ideas, sueños y sentimientos; que nunca es tarde para empezar, de hecho, Bruno comenzó  a soñar y sentir nuevas cosas en una época tardía, tras una vida intensa y plena;  y por último, el paso del tiempo y la pena que ello conlleva. Desde él mismo, que reconoce sus manos  temblorosas y arrugadas como un papiro viejo y gastado - aunque aún útil para narrar una última historia-, hasta su hijo, que lo mira y reconoce en él al hombre fuerte y rígido que fue comparándolo con la bolsa de arrugas y monerías que es ahora, sin haber perdido ni pizca de virilidad. Es una obra preciosa, que nos hace meditar sobre el paso del tiempo y la debilidad de las personas, por muy duras que parezcan. 
 Pilar Castro García.  2º de Bachillerato A

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